Nuestro asegurado circulaba correctamente cuando otro vehículo pasó por su lado rozando su automóvil y finalmente colisionaron.

El coche de nuestro cliente fue declarado siniestro total y, pese a aceptar la culpa de su cliente, la compañía contraria sólo estaba dispuesta a ofrecer como indemnización el valor venal del automóvil de nuestro cliente.

Así, mientras que la parte adversa extendía una primera oferta de 234 euros, nuestro perito estimó que los daños del vehículo del asegurado ascendían a 2.611 euros. Una cantidad diez veces superior a la ofrecida por la aseguradora contraria en un primer momento.

Evidentemente nuestro cliente rechaza la oferta y entramos en una fase de negociaciones con la compañía del contrario que va incrementando su oferta paulatinamente.

De los 234 euros iniciales, y tras nuestra firmeza y constancia, pasa a ofrecernos 400 euros, cantidad que incrementa hasta los 741 euros.

Finalmente, y ante el rechazo de nuestro asegurado a aceptar ofertas muy inferiores a sus aspiraciones, la aseguradora acaba ofreciendo la totalidad de los daños reclamados sin necesidad de tener que acudir a juicio.

Además, la compañía contraria no se opuso a abonar los 1.471 euros reclamados por nuestro cliente correspondientes a las lesiones que sufrió en el accidente.

De modo que entre unas cosas y otras acabó cobrando más de 4.000 euros.